viernes, 2 de enero de 2009

Cultiva la hospitalidad




“La hospitalidad consiste en acoger al otro extraño y vulnerable en la propia casa, y hacer lo posible para que se sienta como en su propia casa. El sujeto extraño y vulnerable se convierte, gracias a la práctica de la acogida, en huésped… La auténtica hospitalidad se funda en el reconocimiento de la dignidad del otro, tomándole siempre como un fin y no como un medio…
La utilidad no puede ser nunca el criterio de la acogida."
(Francesc Torralba)





“Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba:
«Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia vida eterna?» Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?» Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás». Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Jesús le dijo: «Vete y haz tú lo mismo».”




Reflexión:Este evangelio nos plantea la pregunta que busca todo hombre en su vida. ¿Qué se debe hacer para ganar la vida eterna? Al igual que hace XX siglos, hoy continuamos preguntándonos lo mismo. Con esto, nos percatamos que no todo termina en esta vida. Esperamos y sobre todo buscamos aquella vida que nos hará eternos. ¿Cuántas películas y cuántos libros se han escrito sobre personajes que quisieran vivir para siempre? Porque en esta vida nos podremos esforzar por superar cualquier dificultad pero a la muerte, ¿quién sino Cristo la puede vencer?

La vida eterna consiste en amar y sentirse amado. Ese doble movimiento (como la sístole y diástole) del corazón es vital y es lo que realmente da sentido a la vida. En la parábola del Buen Samaritano se nos ofrece un ejemplo claro de lo que consiste amar y de las actitudes que lo acompañan: sensibilidad, ver la necesidad del otro, pararse, asumir a la otra persona, acogerla, dedicarle tiempo y recursos, empalizar, no hacer acepción de personas, etc…
Jesús, y tantos seguidores suyos a lo largo de tanto tiempo (como fue el caso de Benito Menni y hoy de la obra hospitalaria), fue el samaritano de la humanidad, que se detuvo ante aquel que sufría una enfermedad; heraldo del evangelio de Jesús con la palabra y con las obras; es decir, con el anuncio de la buena noticia y con el anuncio hecho realidad en su propia vida de entrega y de servicio.

Quien, de verdad, se adentre por el camino de la hospitalidad se dará cuenta que es un sendero para recorrer durante toda una vida. La fuerza y el sentido del caminar nacen de un profundo agradecimiento por los dones recibidos. “De la abundancia del corazón, habla la boca”, y los hechos.





“Toda la vida es un don;
No dejemos de dar gracias
por los beneficios recibidos.”
(San Benito Menni)

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