
En este mes que iniciamos se nos invita a ir por la vida tendiendo la mano, es más, es un imperativo, ¡TIENDE TU MANO! Puede que ya lo hagas, ¡dichoso tú! Si no, tenemos una gran oportunidad de hacerlo. Y, ¿por qué?
Con el gesto de tender la mano hacia otros, estamos diciendo mucho de nuestra actitud/ situación en la vida, nos estamos revelando como personas.
Tender tu mano es decirle al otro "aquí me tienes", cuenta conmigo, no estás solo.
Tender la mano es decirle a la otra persona que puede apoyarse, que juntos somos más fuertes.
Con el gesto de tender la mano hacia otros, estamos diciendo mucho de nuestra actitud/ situación en la vida, nos estamos revelando como personas.
Tender tu mano es decirle al otro "aquí me tienes", cuenta conmigo, no estás solo.
Tender la mano es decirle a la otra persona que puede apoyarse, que juntos somos más fuertes.

Tender la mano es decirle a la otra persona que todo puede ser mejor o que puede continuar siendo tan bueno como hasta ahora.
Tender la mano supone que comparto contigo lo que tengo, sin pedir nada a cambio. Es un compromiso gratuito.
Tender la mano supone que no vivo centrado en mi mismo, que he sido capaz de descubrirte a mi lado, que quiero que caminemos juntos.
Podemos ir por la vida tendiendo manos y dejando que otros las tiendan hacia nosotros.
Esta es la experiencia de S. Juan de Dios, cuya fiesta celebramos el día 8 de marzo. Después de su experiencia vital de saberse acogido, apoyado, amado, en lo más íntimo de su ser, en el encuentro personal con Jesús, quiso entregar su vida para que otros, cualquier persona enferma, necesitada, no se sintiera solo, rechazado, abandonado, porque en ellos también está Jesús.

Esta es la experiencia de sus seguidores, los Hermanos de S. Juan de Dios, y entre ellos de S. Benito Menni, quien fundó la congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, y a quien se le ha catalogado “Profeta de la hospitalidad”. Casi 400 años después, supe tender la mano para remediar las necesidades de los hombres y mujeres de su tiempo, en respuesta a una necesidad social, recreando así el carisma de la hospitalidad.
Hoy, que los recordamos, y en nuestra situación social concretamos, podemos hacer realidad esta experiencia de la hospitalidad. ¿Te atreves?
Con ellos y como ellos podemos hacernos bien a nosotros mismos haciendo el bien a los demás.
La experiencia de muchos seguidores de la hospitalidad es que la vida cambia cuando somos capaces de vivirla pensando no sólo en nosotros mismos, sino en los demás, y sobre todo si son más necesitados que yo.
Sea vuestra sed, vuestro deseo,
vuestro anhelo,
el imitar a san Juan de Dios,
que no miraba sino como sacrificarse
para aliviar a los pobres
por amor a Jesucristo
(c.346)
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